La mayoría hemos experimentado la sensación de estar en la primera clase práctica para obtener el permiso de conducción. En ella, el primer paso es explicarnos el uso de cada pedal en conjunción con la palanca de cambios y el volante pero además nos enseñan que hay que estar atentos a los espejos retrovisores para no provocar un accidente.
En un primer momento, estar a atento a todas estas cuestiones se convierte en un proceso complejo para el que tenemos que desarrollar estrategias nemónicas que nos permitan ejecutar la acción de conducir.
No obstante, conforme vamos entrenando este ejercicio, nuestro cerebro va automatizando cada acción por separado hasta convertirla en una actividad automática de forma que el cerebro no necesita prestar atención consciente y por ello da paso a otro tipo de tareas que sí requieren todo nuestro cuidado. En este sentido, si nos preguntasen cómo hemos llegado de casa al trabajo en coche, probablemente tendríamos que pensar en el recorrido pero la respuesta más común es que las personas no lo recuerdan precisamente por este proceso de automatismo.
Este proceso de atención se ve alterado en la mayoría de personas que sufren trastornos de ansiedad y del estado de ánimo. Una de las características que podría definir a ambos grupos de trastornos es la alteración en los procesos atencionales, bien por exceso de estrés o bien por un humor depresivo. Además, a esto deberíamos añadirle el efecto que los ansiolíticos producen en tal circunstancia.
Por todas estas razones, la Fundación A de Ayuda a tráfico recomienda extremar la precaución en aquellas personas que, desgraciadamente, padecen algún tipo de trastorno de los citados anteriormente y a la vez se encuentran en tratamiento farmacológico.
Este sentido, recomendamos tener cierta actitud preventiva y prestar especial atención en carretera para paliar estos efectos. No obstante, en primera instancia SIEMPRE hay que consultar con el médico de cabecera.